La chica volvió la cabeza desde lo alto de la loma y los vio a todos alrededor de la mesa de picnic.
En aquel tiempo la experiencia que teníamos con la muerte era muy limitada.
Un día –una noche– una pareja de ancianos murió por mi culpa.
Durante tanto tiempo deseé que se le descolgara la lámpara sobre la cabeza que algunas veces pienso que realmente pasó, que se descolgó y cayó sobre ella, pero no, pero no.
Eran mujeres jóvenes, no unas veinteañeras desde luego, pero aun así él les llevaba casi tres décadas de diferencia.
Lo llevó hasta la zona de los animales disecados, unos metros más allá de donde estaban, sin darle explicaciones.
Sara Mesa, Mala letra (2016)
Qué imprudente, qué loca, dirán, pero quisiera que me vieran sin documentos en un país extranjero contando y alisando los pocos billetes para poder pagar la habitación y comprar una barra de pan y un café solo.
En uno de los callejones no daba el sol nunca y se formaba una lama espesa, casi viva, un lomo de sapo en el suelo y las paredes.
Mamá nunca había contado historias de terror.
La mamá de Julito lo cuidaba como si él no fuera un niño sino un dios.
El barrio en el que mi familia empezó a ser una familia no siempre fue lo que es ahora.
María Fernanda Ampuero, Sacrificios humanos (2021)