Como el molusco
los poetas tenemos una
belleza extraña,
que atrae y que repugna.
Nos gusta el fondo amargo de
las aguas,
y en las profundidades vivimos,
respiramos,
escondidos debajo de las
conchas calcáreas
y a menudo aferrados a las
piedras.
Cada tanto,
un elemento extraño nos
invade,
se enquista en nuestra
entraña
y comienza a crecer.
Una hermosa señal de que no
estamos solos,
de que somos del mundo, para
el mundo.
Amamos esa masa que crece en
nuestros vientres,
que se hace dura y bella a
expensas de lo blando.
La cerrazón asfixia, sin
embargo.
Por eso nos abrimos y
expulsamos
esas íntimas lágrimas,
casi siempre imperfectas.
Lo oscuro pare luz, y eso
consuela.
Explicaciones no pedidas (2011)